lunes, 29 de diciembre de 2008

Entrevista

Eli Tolaretxipi, escritora.

"Los libros que amas no se acaban nunca"










Eli Tolaretxipi (Donostia, 1962) ha conseguido hacerse con un hueco propio en el panorama de las letras en Euskadi. En 1.999 edita su primer poemario, Amor muerto, naturaleza muerta, un libro de rupturas, de dolor ensimismado, en la editorial gasteiztarra Bassarai. Su segundo libro hasta la fecha es Los lazos del número.
Charlamos con ella acerca de sus autores preferidos, de sus lecturas de adolescencia entre otras cosas.

¿Cuándo comenzó a escribir ?

Nos leían cuentos, nos hacían escribir, en la escuela clandestina en la que estuve en los 60. Las profesoras eran muy lindas y cosmopolitas. Nos enseñaban de todo. Supongo que ahí tuve la intuición de la escritura como algo que le pertenece a uno, que sólo uno puede hacer de esa forma, algo, tal vez no del todo privado, pero sí íntimo, como la habitación de Van Gogh, cuya reproducción nos mostraron en una clase y pensé que si la vida era eso, estaría bien. Seguí escribiendo en el colegio, en la universidad, sin plan, por supervivencia.

¿ A qué autores leía cuando era adolescente ?

De los autores que recuerdo haber leído en la adolescencia, de los que guardo una huella más impresionante, Lorca, Cernuda, Antonio Machado, Juan Goytisolo, Carmen Laforet, Esther Tusquets, Flaubert, Stendhal, Kafka, Herman Hesse; también autores vascos, Ramón Saizarbitoria, JA Artze, Xavier Lete, Arantxa Urretabizkaia, Lourdes Iriondo. Creo que leíamos más a Unamuno que a Pio Baroja, sus ensayos, que te enseñaban cosas como la soledad, la conciencia, el pensamiento.

Conocemos su poesía. ¿ Guarda en algún cajón alguna colección de relatos,
algún ensayo, ...?


Leo más que novelas, relatos. Me gustan mucho Edgar A Poe, Clarice Lispector, Carson MacCullers, Chejov, Borges, Cortázar, Flavia Company, Luisa Etxenike, Jeannette Winterson, pero pocas veces he escrito cuentos. Y ensayo, no, nunca he escrito ensayos, aunque leo bastantes cosas sobre arte o literatura, de Miguel Casado, Rafael Cadenas, Hanni Ossott, Maurice Blanchot, Roland Barthes, Serge Daney. Sí tuve una columna en el suplemento cultural de un periódico y la experiencia me supuso un reto. Me sentía muy libre, podía mezclar la reseña con la ficción, la música con la literatura, con otras artes, el tamaño era adecuado para la síntesis, y aunque me costaba, cuando algunos decían no entiendo muy bien lo que dices pero me gusta, pues me producía cierta emoción, porque quería que el texto tuviera algo de objeto, de poema.

Háblenos de su labor como traductora.

Traducir es algo muy físico. Llegar a casa o en cualquier lugar, ponerte a traducir como si interpretaras una obra al piano. Empecé a traducir cuando me compré mi primer libro en inglés. Era de Poe y como no entendía todo, traduje un cuento. Es una manera pausada de leer y de comprender. Yo soy una amateur. Me gusta esa palabra que denota una tendencia amorosa por lo que haces y no profesionalidad, que tiene que ver con la rentabilidad, la explotación, la economía. Odio las expresiones del tipo “es muy profesional” en cualquier campo. Me dan bastante repelús.

He traducido a poetas cuya obra admiro mucho. A veces es doloroso meterse tanto, sales aturdida de algunos autores, pero es emocionante siempre, aunque su poética, sus planteamientos, su experiencia, resulten lejanos, como dices. Se aprende mucho.

¿Se escribe mejor en época de crisis (personal)?

Uno siempre está en crisis. La vida es tensa y violenta. Nacer, adquirir lenguaje, tratar de entender los lazos familiares, amar, despertarse, salir a la calle, hablar, estar callado, mirar, escribir, puedes construir tu burbuja, encerrarte en tu crisálida, pero ni siquiera eso deja de ser violento. El cuerpo también se rebela de forma violenta. Y encima, todo lo que está fuera, el asco, la rabia que te pueden producir cosas, actitudes, tuyas o de los demás. Es verdad que cuando algo, un acontecimiento doloroso, una muerte, una separación, se producen, a mí me cuesta escribir desde ahí. En una época me dio por hacer inventarios, listas inútiles. Para escribir sobre eso, la perspectiva es necesaria, cosificar el acontecimiento, volverlo literatura.

Vita brevis, ars longa.

En efecto, la vida de muchos artistas geniales es muy corta, pero las obras de arte ahí están. Sobreviven milenios, con su utilidad o su inutilidad, sus logros y sus fracasos. Hay obras de arte que consiguen detener el tiempo, crear otro. Obras que hablan del tiempo, del espacio, de las emociones, y crean una ilusión de simultaneidad real impresionante.

Kant : la belleza artística no consiste en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa.

La poesía, el arte que me interesa habla de las grietas, la afonía, lo estrecho, el ahogo, el miedo, con mayor o menor crudeza y severidad. La belleza a la que te refieres estaría en el estilo, en cierta mesura, en la contención. Eso se ve muy bien en la música, en la pintura de algunos artistas, en los textos de algunos poetas, que podían sufrir, estar hechos un asco y ser capaces de crear composiciones delicadas que sobrepasan los límites del dolor, de la agonía, y nos resultan “bellos”, de una belleza, en el fondo, un poco sucia, siniestra, en el sentido de que también hablan de nosotros y de la muerte. Como las mujeres de Poe, bellas e inteligentes en extremo, mira lo que representan. Los descuidos, los cercos, las manchas, una tela gastada, deshilachada, la belleza sórdida de la bocana de Pasajes o les Alyscamps, en Arles, esas ruinas tan toscas, el paseo de los sarcófagos, que un poema, una fotografía, una película transmitan eso, es lo que me interesa.

¿ Qué libro (o qué libros) le recomendaría a un poeta primerizo ?
Si alguien ya ha decidido ser poeta, es distinto. Sabrá buscar su camino a solas. Ahora pienso en mis alumnos, por ejemplo, que con 14, 15, 16 años, no saben mucho de poesía, que ante algunas canciones, algunos poemas, dicen, no tiene sentido. Cada uno ve lo que puede, claro, entiende lo que puede, y más estos adolescentes que son producto de esta época, los desgraciados recipientes de la basura de los medios de comunicación, tan deícticos, tan literales. Pero algunos, los más pacientes, llegan a comprender y a escribir algo. Creo que voy a hacer una antología, nada que ver con la literatura infantil y juvenil, que me parecen innecesarias y meramente comerciales, sino algo más sutil, un libro con poemas de autores de todos los tiempos, no sé, desde Catulo, Safo, hasta Olvido García Valdés, pasando por Emily Dickinson, HD, Elizabeth Bishop, Julia Otxoa, Raymond Carver, Karmelo Iribarren, Jorge Eduardo Eielson, Joaquín Marta-Sosa, Michaux… la lista sería interminable. Leeríamos un poema al día, lo comentaríamos, y luego seguiríamos con lo que tocara. A veces lo he hecho, se puede hacer.

¿ En qué está trabajando actualmente ?

Acabo de terminar una serie de poemas sobre la destrucción, y a pesar de haberlo entregado, porque se trataba de un encargo, sigo con esa nube en la cabeza. Por eso en las últimas semanas he vuelto a Fassbinder, a Jelinek, no sé, me interesan sus visiones, entender cómo trabajan la historia, cómo la expresan en su obra. Pero no soy muy ordenada y estoy sin querer acabar El Maestro y Margarita de Bulgákov, otro genio de vida breve. Los libros que amas no se acaban nunca.

Ars











Exposición antológica del pintor eibarrés Jacinto Olave (1877-1957) en Salas Kutxa-Boulevard. Hasta el 19 de abril.











Requiem 1, de Diego Vasallo.

Muestra colectiva multidisciplinar bajo el nombre de Lieder a cargo de los artistas Diego Vasallo, Rafael Berrio, Thomas Canet, Joserra Senperena y Suso Sáiz en Galería Arteko. Hasta el 28 de marzo.























Exposición antológica del escultor aragonés Pablo Serrano (1908-1985) en el Museo de Teruel titulada Las huellas del caminante. Del 4 de marzo al 13 de abril.












Obra de James Benning.

Exposición colectiva con el título de Los tiempos de un lugar. En el Centro de Arte y Naturaleza (Huesca). Del 23 de enero al 29 de marzo.

Poéticas

Carminum I, 11

No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números Babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos cantiles.
No seas loca, filtra tus vinos
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No fíes del incierto mañana.

Horacio. (65-8 a.C.)


¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!

¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da...!

¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!

Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra!

César Vallejo (Santiago de Chuco,Perú 1892-París 1938).

Multa paucis

La linterna mágica.

Una de las cosas que distinguen mi carácter, y que en él sirven de contraste a ciertos arranques impetuosos, es la grandísima flema con que muchas veces me detengo, aun en los parajes más públicos, a mirar objetos que son tenidos por la gente de frac y levita como indignos de llamar su atención; así no es extraño hallarme con tamaña boca abierta parado delante de una tienda de estampas contemplando una testa contrahecha de Napoleón, un Gonzalo de Córdoba patituerto o un Luis XIV jorobado, y allí me estoy largo rato para despedirme después con una sonrisa: tampoco es raro el verme detenido en medio de una calle, estorbando, si es menester, a los que pasan, para oír la ensarta de disparates con que un ciego publica el romance nuevo, donde se da razón de la batalla sangrienta de los doce Pares de Francia contra los moros mandados por don Juan de Austria.
Un día, no muy lejano de éste en que escribo, iba yo por una calle muy concurrida, cuando picó mi natural curiosidad un grupo de personas apiñadas alrededor de una especie de cajón pintado de verde y colocado sobre un trípode de cuatro palmos de elevación, y que tenía en el frente que daba a los espectadores un cristal de forma circular. Cada uno de los que se acercaban a mirar por él entregaba un par de cuartos a un hombre extravagantemente vestido, que tocaba el tamboril; mientras, un muchacho de unos doce años, cubierto de harapos y no tan limpio como cualquier cosa sucia, gritaba sin parar, diciendo:

-Vamos, señores; ¿quién por dos cuartos no ve todos los países de la tierra y de la luna? Reparen el ahorro de dinero que esto puede proporcionarles. Aquí, aquí, señores y señoras de ambos sexos, y verán, sin necesidad de estropearse corriendo en un carruaje, de marearse navegando, ni de morirse de hambre y de asco en las posadas, todo lo que pasa desde la isla del gigante Revientapanzas, situada en el cuerno izquierdo de la luna, hasta los trópicos del polo norte, y desde allí hasta la casa del Preste Juan de las Indias.

Los circunstantes pagaban e iban mirando uno después de otro por el cristal, retirándose después muy satisfechos; el muchacho gritaba más fuerte cuando disminuía el número, y así continuó por un largo rato; íbame yo a marchar, cuando le oí que decía entre varios otros despropósitos:

-Ea, señores, aprovechen el día, que esto no se logra sino una vez al año; saquen esos cuartejos que se les están pudriendo en los bolsillos, y prevengan otros por esta noche, que el maestro dará una gran función de magia en la calle de los Imposibles, número treinta, primera habitación bajando del cielo. Allí verán ustedes cómo se adivina lo que ha de venir, y se dice lo que cada prójimo piensa de los demás, y los demás de él.

Al escuchar esto me acerqué al que el muchacho llamaba maestro, y que en realidad le convenía este dictado en la ciencia de los embrollos y mentiras.

-Oiga, usted -le dije-, ¿sería usted capaz de alcanzar lo que pensarán de cierta obrita en cierto país que yo sé?

-Sí, señor, y por de pronto digo: que esa obrita se titula El jíbaro y usted es el autor.

Quédeme pasmado, y él añadió:

-No es extraño la turbación de usted; lo mismo sucede a todos; pero, perdone usted que no puedo entretenerme, y si quiere ver maravillas no deje de ir esta noche a mi casa.

En efecto, llegué a ella de los primeros, y después de aguardar cerca de dos horas, se corrió una cortina, y empezó la función por mi pregunta, que había sido la primera, después de un rato de música de pito y tamboril,

-Muchacho -dijo el charlatán-, métete dentro del diablo.

Así llamaba una cara disforme, mal pintada en un lienzo blanco, detrás del cual se metió el asqueroso muchacho.

-¿Estás ya listo?

-Sí, señor, ya estoy dentro.

-Vamos, pues; dime lo que ves; prosiguió el maestro, a guisa de magnetizador.

-Señor, veo una ciudad en que hay unos cuantos que oyen leer un libro: los unos ríen, los otros bostezan; qué bueno es esto, dicen unos; que malísimo, dicen otros; cada cual cree conocer mejor que los demás dónde está el mérito y dónde las faltas.

-Bueno, muchacho; y, ¿qué más?

-Hay uno que dice que el autor es rubio; otro que moreno, y otro que negro.

-Muchacho, sigue, ésos son unos tontos.

-Señor, hay una vieja que dice que es hereje.

-Chico, chico, deja esa vieja, que después de haber dado, como se dice, la carne al diablo, quiere dar ahora los huesos a Dios.

-Hay dos guapos mozos que en cada personaje ven un retrato de una persona que conocen.

-Pues dale un coscorrón a cada uno de esos guapos mozos, para que aprendan a ver la falta y no el culpable, y para que sean más nobles y no crean tan bajo al autor.

-Señor, señor, veo a dos que están a punto de desafiarse, porque el uno dice que el autor es frío, y el otro que demasiado caliente.

-Déjalos que se rompan las narices, que los dos piden peras al olmo.

Habló después el muchacho de infinidad de tipos, que no dejaron de servirme de diversión: poetas que jamás han escrito un verso, literatos que ¡Dios nos asista!, críticos ignorantes que hallaban un defecto en el perfil de cada letra, y amigos desconsiderados que todo lo aplaudían; finalmente dijo:

-Ahora alcanzo a ver unos señores muy comedidos que discuten sin enfadarse y que hacen con mucha calma sus observaciones.

-Pues sal de dentro del diablo, para que no digas algún despropósito contra esos señores, que deben ser hombres de talento.

Salió efectivamente de detrás de la cortina, y yo de la casa pensando en lo que había oído.

Al día siguiente fui a buscar al charlatán para que me dijera cómo supo todo aquello de ser yo el autor de El jíbaro.

-Muy sencillamente -me respondió-: días pasados estuve donde imprimen la obrita, allí le vi a usted y hasta leí una prueba vieja que me dio uno de los cajistas que es amigo mío. En cuanto a la opinión que de ella formarán, eso es cosa olvidada ya y poco más o menos de todas se forma la misma, según el caletre de cada uno de los que la leen.

¡Dichoso yo!, exclamé cuando me vi lejos de aquella buena pieza, dichoso yo que no seré juzgado según me ha predicho este perillán, porque en Puerto-Rico ni hay quien me crea de ninguno de los colores del iris, ni viejas que me tengan por hereje, ni guapos mozos que me consideren capaz de copiar a un individuo determinado para hacer públicos sus defectos, ni majaderos que me crean frío ni caliente; sino personas instruidas y juiciosas que me tienen por templado, cual conviene al escritor de costumbres, y ajeno a toda pasión mezquina, v lo que es más ni siquiera tengo un enemigo, y carezco de envidiosos émulos, porque carezco también del mérito que pudiera acarreármelos. ¡Dichoso yo! que estoy cierto de que al concluir de leer este libro dirán mis paisanos lo que yo dije al comenzarle: Es el fruto de muchas horas robadas al sueño y al descanso de una profesión noble y santa a que se dedica.


Manuel A. Alonso (San Juan, Puerto Rico 1822-1889)

Fragmenteando

"En primer lugar mencionaré a mi amigo y colega, el profundo y conmovedor escritor palestino Izzat Ghazzawi, con quien puede que discrepe en muchas cosas pero a quien considero, primero y sobre todo, una voz palestina comprometida, auténtica ventana a la dolorosa experiencia de los palestinos en el último medio siglo, un excelente escritor, un maravilloso ser humano y -si se puede decir- un querido amigo.
Habrá discrepancias, perspectivas diferentes, ideas diferentes entre nosotros. Nada más natural : hasta en la sociedad palestina es difícil que dos personas se pongan de acuerdo y en la sociedad israelí es muy difícil que dos personas se pongan de acuerdo. Pero sorprende comprobar cuántas zonas de acuerdo, de acuerdo parcial, existen entre el señor Ghazzawi y yo.
Los europeos bienintencionados, los izquierdistas europeos, los intelectuales europeos, los liberales europeos siempre necesitan saber, primero y sobre todo, quiénes son los chicos buenos y quiénes son los chicos malos de la película. En este sentido, Vietnam era muy fácil. Se sabía perfectamente que los vietnamitas eran las víctimas y los norteamericanos el bando de los malos. El apartheid era muy claro : se podía discernir con facilidad que el apartheid era un pecado y la lucha por la liberación nacional, por la igualdad y por la dignidad humana, un derecho. Por un lado, la lucha entre colonialismo e imperialismo, y, por otro, las víctimas del colonialismo e imperialismo. Es relativamente simple : es fácil decir quiénes son los buenos y los malos.
Cuando se trata de los fundamentos del conflicto árabe-israelí, en particular los conflictos palestino-israelíes, las cosas no son tan simples. Y mucho me temo que yo no lo pondría más fácil diciendo : éstos son los ángeles y aquéllos los demonios. Sólo hay que apoyar a los ángeles y el bien prevalecerá sobre el mal. No es tan simple, porque el conflicto palestino-israelí no es una película del salvaje Oeste. No es una lucha entre el bien y el mal, más bien lo considero una tragedia en el sentido más antiguo y preciso del término : un choque entre derecho y derecho, entre una reivindicación muy convincente, muy profunda, muy poderosa, y otra reivindicación muy diferente pero no menos convincente, no menos poderosa, no menos humana.
Los palestinos están en Palestina porque ésta es la patria, la única patria de los palestinos. Igual que Holanda es la patria de los holandeses o Suecia la de los suecos. Los judíos israelíes están en Israel porque no hay otro país en el mundo al que, como pueblo, como nación, puedan llamar hogar. Sí como individuos pero no como pueblo, no como nación. Los palestinos han intentado, a regañadientes, vivir en otros países. Fueron rechazados, a veces incluso humillados y perseguidos, por la supuesta << familia árabe >>. Se les hizo tomar conciencia de la manera más dolorosa de su << palestinidad >>; no fueron aceptados como libaneses, ni como sirios, ni como egipcios, ni como iraquíes. Tuvieron que aprender con dureza que son palestinos y que Palestina es el único país al que pueden aferrarse.
Curiosamente, los judíos han tenido una experiencia histórica un tanto paralela. Fueron expulsados a patadas de Europa. Así sucedió prácticamente con mis padres hace unos setenta años. Igual que los palestinos fueron expulsados a patadas primero de Palestina y luego de casi todos los países árabes. Cuando mi padre era niño en Polonia, las calles de Europa estaban cubiertas de pintadas como <<¡ Judíos, a Palestina !>>, y a veces menos amables : <<¡ Malditos judíos, a Palestina !>>. Cuando mi padre volvió a Europa cincuenta años después, las paredes estaban cubiertas de pintadas como <<¡ Judíos, fuera de palestina !>>.
Muchos europeos siguen enviándome fantásticas invitaciones para pasar un fin de semana de ensueño en un delicioso centro turístico con compañeros palestinos, colegas palestinos, amigos palestinos, para que aprendamos a conocernos, a gustarnos, a tomar una taza de café juntos, a darnos cuenta de que ninguno de nosotros tiene cuernos ni rabo, con el fin de que el problema desaparezca. Dicha actitud se basa en una idea sentimental, muy extendida en Europa, de que todo conflicto sólo es en esencia un malentendido. Un poco de terapia de grupo, un toque de orientación familiar y todo el mundo a vivir feliz. Pues bien, traigo noticias tristes : algunos conflictos son muy reales, mucho peores que un malentendido. Y también traigo noticias sensacionales : me temo que no hay ningún malentendido esencial entre judíos israelíes y árabes palestinos. Los palestinos quieren la tierra que llaman Palestina. Tienen razones muy poderosas para quererla. Los judío israelíes quieren exactamente la misma tierra por exactamente las mismas razones, cosa que entraña al tiempo un profundo entendimiento entre las partes y una tragedia terrible. Por muchos ríos de café que bebamos juntos no se extinguirá la tragedia de dos pueblos que reivindican -creo que con razón- el mismo pequeño país como su única patria en todo el mundo. Tomar un café juntos es maravilloso y lucharé por ello, especialmente si se trata de café árabe, que es infinitamente mejor que el israelí. Pero el problema no se va a solucionar tomando café. Se requiere algo más que café y entenderse mejor. Se requiere llegar a un acuerdo, a un compromiso doloroso. Y la expresión << llegar a un acuerdo, a un compromiso >> tiene una reputación nefasta en la sociedad europea. Especialmente entre los jóvenes idealistas, que siguen considerando que llegar a un acuerdo es oportunista y algo artero y oscuro que implica falta de coraje. No en mi vocabulario. Para mí la expresión << llegar a un acuerdo >> siginifica vida. Y lo contrario de llegar a un acuerdo no es idealismo ni devoción. Lo contrario es fanatismo y muerte ..."

Amos oz. Contra el fanatismo. Biblioteca de ensayo Siruela, 2003.

Cajón de duendes





















Nature Mort XXII

























Nature Mort XXIV

























Nature Mort XXIII





















Sponge






Morella Muñoz-Tébar (Caracas, 1964) es fotógrafa y diseñadora. Estudió Diseño Gráfico en el Instituto de Diseño Fundación Newmann (Caracas) y Fotografía en el International Center of Photography (New York). Ha sido durante años Coordinadora de la Unidad de Fotografía del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber.

Liber-bri










Obama, la voz del cambio.

Autor : Jerónimo Andreu.

Ilustración portada : Iván Solbes.

Ediciones S, Madrid, 2009.

miércoles, 17 de diciembre de 2008